jueves, 8 de abril de 2010

Mirá mamá, ¡gané!

Abro los ojos,sumida en la oscuridad,
sintiéndome extrañamente cómoda,
sobre un mullido colchón.

De a poco mis retinas se acostumbran,
me puedo ver,vestida de fiesta fúnebre.

Mis pies descalzos,
mis manos pálidas.
Puedo sentir la espesa capa de maquillaje
que cubre mi rostro,
Percibo el frÌo espectral
que corre por mis venas.

Entiendo que me han despojado de la vida,
que me han enterrado y aún sigo viva.

Aquí me encuentro:
ahogada en pánico,
gritando nombres,
esperando que alguien
venga por mí.

Mis manos arden en desesperación,
mis dedos astillados,
de mis yemas brota la sangre.

Entonces se atontan mis garras inútiles,
y empiezo a perder la noción.
Todavía respiro,
pero mis pulmones estan desesperados.

Deliro, me visualizo marchando
en el desfile de la muerte,
Acercándome a una sombra oscura.

Es el maldito de la hoz,
retorciéndose de risa,
burlándose de mi,
jactándose de una muerte tan estúpida.

Me extiende la mano,
y una fuerza sobrenatural
me obliga a unirme a ella.

Comprendo de a poco que este es el fin.

Me invade la soledad:
mis articulaciones rÌgidas,
mis pómulos entumecidos,
mis ojos en blanco por siempre.

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